Estamos entrando, poco a poco, en un nuevo mundo. Pareciera que todo se esta acabando, pero no necesariamente tiene que ser así. Tal vez lo que esta terminando es una forma de pensar. Los recursos de este planeta son limitados; y aunque hay algunos que son más nobles, harmónicos y menos destructivos que el carbón o el petróleo, al fin y al cabo el sol va a explotar y todo esto -por más que termine en cien años o cien mil años- se va a incinerar y dejar de existir.
Estoy leyendo un libro de entrevistas con Bioy Casares. Me conmocionó esto que dice el escritor bonarense, elegantón, lucido y bon vivant:
Es como un poema:
No hay que olvidarse que la tierra,
que es un objeto como ese ropero
o como estos anteojos,
un día va a terminar
y entonces ya no quedará
rastros de nada.
Nada:
(de Palabra de Bioy: conversaciones con Sergio López/ Emecé, 2000. Buenos Aires)
(Ché, Aulicino, si estas leyéndonos, publíquenos este poema encontrado.)
Pero todo esto surgió porque quería mencionar una nota que leí esta mañana en The New York Times. Cuenta que hay una nueva ola de robos insólitos en los estados unidos, causados por los altos precios de petróleo. Aparentemente se están registrando robos de aceite de fritura descartado de los restaurantes. Se puede reciclar para hacer un tipo de combustible. Lo curioso es que hace muy poco tiempo este desecho se consideraba basura, y hasta les costaba a los dueños de los restaurantes deshacerse de los tambores de grasa. Ahora es tan apreciado que se lo roban.
De esto hay múltiples lecturas, por supuesto. Una es que empezamos a meternos en un mundo Mad Max donde todo se va al carajo. El otro es que nos vamos dando cuenta que se agota un mundo y que tenemos que hacer la transición a otra forma de vivir.
Cuando le conté a un ser querido sobre las fotos de las últimas tribus que existen fuera de la civilización, me dijo, desconsolada: “Se terminó todo. Ya no hay más misterio.” Y puede ser. Pero este es un mundo demente y tal vez somos demasiados egocéntricos. Esto de pensar que estamos en los últimos tiempos es el chiste más viejo de la humanidad. Es una forma de darse importancia a si mismo dentro del infinito abismo de lo desconocido (nadie, pero nadie sabe qué es la vida; porque existimos, en vez de no existir; de dónde es el límite del espacio, tanto hacía lo minúsculo como hacía lo galáctico; de qué es el tiempo o el amor. ¿Se dan cuenta? Estamos vivos, nos vamos a morir. Amamos, miramos el cielo, y nadie –realmente- sabe nada)
La luz del sol se apagará, como bien dice el dandy Bioy –cuya luz ya se apagó- pero seguirá brillando por millones de años más aun sobre este planeta, sea lo que sea que queda sobre su faz. Nosotros estamos de paso. Respirá profundo. Mirá el cielo. Estas vivo. Hacé algo.
Foto: Andrés Hax