26.3.06

El golpe del futuro: "...se mareó con los rayos del sol..."

En todos los diarios de todo el mundo hoy día, esta es la frase más linda:

"...se mareó con los rayos del sol..."

Es de una nota del diario Perfil (de Buenos Aires, que se publica solo los domingos y que no esta en la red).

El artículo cuenta las circunstancias de un celebre preso argentino que acaba de salir de la cárcel después de 43 años de pena: Raúl Anínbal González, alias "el loco del martillo". Tenía un curioso modus operandi: entraba a la casa de mujeres para robarles y, de paso, les cagaba a golpes con un martillo. El dice que es inocente: “Yo no maté ni a una mosca. Me picanearon para que confesara algo que no hice.” Viejo cuento. Yo no lo hice. Jesús tampoco. Nadie hizo nada. ¿Qué importa?

Pero esto es increíble y maravilloso y triste. (“Llevo 43 años de preso y 69 de pobre”, dice González). Imagínate un pobre tipo, de Buenos Aires, que metieron en la cárcel en 1963. Hoy sale. El sol lo sorprende. Esta libre. ¿Que mierda significa eso? ¿Libre de qué y para qué? No tiene un mango. Sus pilchas dan pena ("Mire con los trapos sucios que ando"). Y ve la ciudad. De golpe ve el futuro. Es como si hubiera estado en suspensión por cuatro décadas y –púmba—abre los ojos y mirá lo que paso.

Será un criminal, será un ser incógnito, dudoso, ambiguo, un inocente. Pero a esta persona hay que escucharla. Hay que preguntarle: ¿que te parece todo esto?

Dice González:

“De noche me asustaron las luces de los autos. ¡Parecían hormigas!”

Agrega (que Dios lo bendiga):

“Ahora me gustaría que Macri y Maradona me invitaran a ver a Boca.”

Elabora:

"Los muchachos andan porrudos (pelo largo) y con pantalones que se llaman bermudas. Y las mujeres tienen poca ropa. Son provocativas."

El cronista describe:

“Como si fuera un topo que sale a la superficie por primera vez, pretende verlo todo de golpe: autos, camiones, casas, árboles, vendedores ambulantes, aviones, motos, celulares, carteles publicitarios.”

Al historiador Pacho O´Donnell, quien lo entrevistó, le dijo:

“Todavía sigo un poco asustado (está encorvado y con la mirada hacia el piso). En mi primera noche en libertad, me llevaban en coche por la autopista y, de repente, vi toda las luces de colores que aparecían rápidamente…”

O´Donnell le pregunta:

¿Cuando le dijeron que iba a salir, se alegro o se asustó?

Y González contesta:

“No me dijeron nada. Me hicieron firmar algo, esperé un largo rato y finalmente me dijeron “andate”. De golpe me encontré en la calle.”

Dios mío. Acá hay mundos.

O’Donnell le pregunta, a secas:

¿Como es la sexualidad estando preso?

Y González contesta:

“Hay visitas intimas o higiénicas. Pero yo no podía porque no estaba casado. Muchas veces pedí prostitutas, pero nunca me dejaron…”



Dios no existe, ni el cielo –todos lo sabemos—pero es un lindo cuento. Cuando este tipo se muere y va al cielo va a entrar a un bar y se tomará una copa con Samuel Beckett y con Vladimir y con Estragon. Jugaran todos un billar o un snooker. Verán un partido de fútbol en la televisión (probablemente Boca Juniors ganándole a Real Madrid en el año furturatrónico 2000). Se irán todos de putas y serán felices.

Que dios nos cuide.

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